3.12.09

Que los ruidos te perforen los dientes,
como una lima de dentista,
y la memoria se te llene de herrumbre, de olores
descompuestos y de palabras rotas.
Que tu único entretenimiento consista
en instalarte en la sala de espera de los dentistas,
disfrazado de cocodrilo, y que te enamores,
tan locamente, de una caja de hierro,
que no puedas dejar, ni un solo instante,
de lamerle la cerradura.

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