23.1.14

ENERO 2014

LA NUEVA FORMA

He deglutido nuevos libros
para escribir nuevas historias
He macheteado la espesura
para inventarme nuevos caminos.
Salía por momentos de
mi disfraz humano para
ver desde afuera
si lo estaba haciendo bien.
Anduve reclutando
residuos de caras,
de situaciones,
papeles, documentos…
E hice un ejercicio selectivo
para conservar en mi cabeza
lo que era conveniente.
Desde una lógica de supervivencia
no me quedó alternativa que
deshacerme de
lo que ansiaba
acabar conmigo en un
trasfondo dramático
cuando algo sólido
tiende a romperse.
Y me quedo con esto
después de pasar
 el filtro decisivo. Cara a cara
en  un laboratorio doméstico
con un lenguaje y un bozal,
palabras desterradas que
aspiro a juntar en
oraciones promisorias, algunos
recuerdos imprecisos de un pasado
diluido en páginas y
un abrazo autónomo que
pide a gritos
un hacinamiento.





DE COSTADO CON LA BOCA ABIERTA

Esa fue mi imagen en
una de las tantas veces que
salí de mí
sólo por malcriar mi
espíritu voyerista
y en el peor de los casos
mi condición narcisista.
¿Qué tenía yo que hacer ahí
mirándome acostado para
autoconvencerme de que soy
nada más que una rata civil?
De algo habrá servido
esa curiosidad por alcanzar
algún grado de la
objetividad.
Alguna razón extraña me
habrá hecho chispa para
conformarse en una
justa comparación:
de costado con la boca
abierta
como un pescado maloliente
en la cama.



CONCLUSIONES A BORDO

Es enero y defino mi
posición sobre
algunos debates en los que
nunca voy a intervenir.
Sé que algunas esferas no me incumben.
Mucho está por fuera de
mi jurisdicción.
La cultura me excede. Es una máquina
que lleva las cosas
de un lado a otro. Apenas ocupo
un asiento arriba de ella.
Aterrado por
cualquier eventual siniestro
desde la ventanilla miro como
las cosas se alejan de mi o
como yo me voy alejando
de las cosas.
Y todo es una lectura
bastante difícil de digerir mientras
algo está en movimiento
y uno no sabe
que le va a pasar.



Gabriel Hoyos Izurieta 

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