Persuado mis días
con impaciencia.
De esta manera rompo
diarios, libros, cuadernos, jarrones de cemento
y también de porcelana con bastante fuerza.
Camino varias veces
por el mismo lugar,
una y otra vez caminando
abriendo los ojos,
cerrándolos.
Lastima que no tengo a nadie a mi lado
para hacerlo mi cómplice:
muerdo una lapicera, le succiono su tinta,
la saboreo
y luego
sonrió como un payaso con dientes desafortunados,
aunque piense que esto es obra de mi buena fortuna,
excesiva de los días,
derrochada de tan generosa.
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