9.9.13

Estimado vecino:

Estimado vecino:
Le escribo sencillamente porque no me queda otra alternativa. Le escribo con dificultad. He intentado por otros medios y no hubo caso. Tampoco respuesta favorable.
Cierto día, mi suerte se ha transformado en digna de un gato negro, sobre todo en el intento de cruzar la tapia que nos divide, para no molestarlo. Pero su pequeño cachorro es tan bravo, tan apellido suyo, que no me atrevo a treparla más. Pido perdón por mi atrevimiento. No fue mi intención hacer enojar a su perro.
Quiero que sepa que fueron muchos los intentos. Desde un lógico tocar el timbre en diferentes momentos del día, como también de la noche en horarios prudentes. Pero ha sido inútil.  Mis dedos se hicieron callar en la vereda de su casa, tampoco pueden aplaudir demasiado. Su perro siempre ladra y nadie contesta a la puerta.
Entiendo, señor Bravo, que vive solo con el animal. En el barrio poco se lo conoce. Pocos han tenido el placer de intercambiar con usted unas palabras. He preguntado por alternativas, y nadie supo darme una solución. Es por eso que le envío esta carta. Una pelota mía cayó en su patio. Una pelota que es muy importante para mí y su perro al parecer no lo entiende. Tampoco le resulto amistoso, a pesar de que nunca lo he provocado. Cosas de perros.
Tengo la seguridad de que usted, señor Bravo, es un hombre de bien. A lo mejor quien dice también aficionado al futbol. Me pregunto de qué equipo será. Tal vez coincidamos en el color de camiseta y en el mejor de los casos, sigamos al mismo club.
Finalmente, le ruego señor Bravo, que en algún momento de su día, si no es mucha molestia, pueda lanzar la pelota hacia mi patio. Con la promesa de que no voy a entrometerme de nuevo en su terreno, ni enviarle otra carta escrita con tanta dificultad para mí como esta. Y espero que su lindo perro no vuelva a morderme la mano con la que escribo.
Atte. Su vecino



Izurieta

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