14.6.14
Lejos, a kilómetros
Lejos, a kilómetros de
donde vivo
me olvidé por un momento
de las cosas que
me pertenecían.
Y estuvo bien ser un
desheredado;
depender del combustible
propio de mis pies,
circulando los ojos
en calles que no eran mías.
ECCE HOMMO
Horizontal
como todo
pensamiento
humano,
me dispongo a
restaurar el
desgaste de
la noche
anterior.
Un Nietzsche
reducido en
un libro al
costado de
la cama,
es un guiño que
induce una
conclusión.
Cada palabra que
no dije
Cada esfuerzo que
no hice
Cada cosa que
dejé escapar,
un día me
pasará factura.
Pero mi respuesta
es inmediata como
un mecanismo
de defensa:
no estoy para
mendigar.
Nietzsche
también lo
hubiese dicho.
como todo
pensamiento
humano,
me dispongo a
restaurar el
desgaste de
la noche
anterior.
Un Nietzsche
reducido en
un libro al
costado de
la cama,
es un guiño que
induce una
conclusión.
Cada palabra que
no dije
Cada esfuerzo que
no hice
Cada cosa que
dejé escapar,
un día me
pasará factura.
Pero mi respuesta
es inmediata como
un mecanismo
de defensa:
no estoy para
mendigar.
Nietzsche
también lo
hubiese dicho.
11.4.14
LO MEJOR TRAS LO PEOR
Otra mañana estoica
hundida en los placeres
de los rituales matutinos.
Apago las luces para darme cuenta
que algunas cosas pueden iluminarse
con su luz propia.
Cuando las primeras horas parecen
adquirir cierta disciplina,
me hago llegar noticias de su paradero.
Husmeo algunas de sus acciones
agitando sin motivo mi inacción.
Rápidamente vuelco las conclusiones
de liquido tibio en el plato y en la mesa.
El día se dispone a sacar lo mejor
y lo peor de mí.
Mientras tanto me importa poco
lo que elija
un trozo de carne humana
del otro lado de la ciudad.
INVITACIÓN AL TACTO
La palabra se conjuga sola.
El vaso despide sus excesos para
continuar estable.
Los niños nacen con la sabiduría de
atarse los cordones.
La información circula por la sangre.
Hay pastillas casi para todo.
Las estadísticas sacan nuestras conclusiones.
El mundo abre los feriados.
Los kilómetros cayeron en reduccionismos.
Alguien está pagando las consecuencias
por nosotros.
No hay tiempo para ser prudentes.
13.3.14
La Cita Literaria
La Cita Literaria
Había que prepararse y la mejor manera de hacerlo era con la lectura. Entonces me dispuse a conseguir algunos títulos en las bibliotecas de mis allegados. Nunca antes me ocupé de husmear allí; en esos espacios de tomos que me comprimían en una profunda desesperación de procesar toda la información en pocos días. Sin dudas fue un desafío aprender tantos nombres, autores y conceptos en tan poco tiempo. Es que no todos los días se podía conocer a un escritor, y sentía que esa era una oportunidad para tener una charla profunda e inolvidable, y yo era una chica que no pasaba de El Principito.
Fue entonces que monté todo mi empeño en leer a contrarreloj. Me detuve en ejemplares para entender la literatura universal, también poesía clásica, leí a Whitman, y algunos contemporáneos como Bukowski o Benedetti, pues sabía que de esa manera podría impresionarlo. Alguien me aconsejó leer a Derrida, y así lo intenté. También a Barthes, y mis nervios cobraban múltiples formas al no poder digerir sus conceptos.¿Cómo entender a un escritor? ¿Qué es un poeta? Eran algunas de las preguntas que no dejaban descansar a mi cabeza.
El día de la cita se acercaba, y de mi chico escritor no tenía casi noticias. Mis amigas me aconsejaban que me relaje, que actúe natural,que no se trataba de un asunto de vida o muerte. Que si él quería tomar un café conmigo es porque ya había visto algo en mí. Pero el asunto de relajarme escapaba de mis planes; él también escapaba de mis planes y los intentos optimistas por retenerlo en mi mapa habrían valido la pena. Por eso seguí firme en la decisión de quemarme las pestañas; de El Aleph a Rayuela; de El Proceso a El Nombre de la Rosa; y así conocí a hombres magníficos como Arlt, Fogwill, Flaubert o Joyce; y mujeres dignas de llevar la bandera de nuestro género, como Wolf, Mistral o la oscura Pizarnik.
En fin, la noche anterior al encuentro me dormí alrededor de los libros.Ya era capaz de identificar ciertos autores, y detenerme en alguna de sus obras. Me sentía una digna interlocutora para cualquier tipo de interlocutor. Con esa seguridad a cuestas, esa tarde llegué al bar que acordamos, y me acerqué a donde él me esperaba sentado.
— ¡Al fin!—dijo él.
—Esto es el principio— contesté yo.
—Por algún lado habría que empezar…— expresó con una sonrisa y sin quitarme sus ojos mientras acomodaba mi abrigo en el respaldo de la silla. — Confieso que antes de venir tuve que prepararme— declaró apoyando los brazos en la mesa después de sentarse.
— ¿Y prepararte por qué? Prefiero que actúen naturales conmigo— respondí de inmediato.
—Es que no todos los días se puede conocer a una persona como vos— lanzó sin perturbarse.
—¿Ah, sí? ¿Y cómo crees que soy?— me eché a reír.
— No estoy seguro, pero espero que vos sí.
—Yo también espero lo mismo.
—Sin dudas.
—Te agradezco el cumplido— llegué a decir.
Y toda la tarde pasamos hablando y riendo sobre nuestras vidas, los programas de televisión, anécdotas de humor, el cine, los amigos, la familia; nos mantuvimos lejos del cerco de la literatura. Casi sentí que tantos días de esfuerzo intelectual no veían la oportunidad para impresionarlo.
Al final de la cita, habiendo pasado un buen rato y disfrutando uno del otro, antes de despedirnos mi chico escritor dijo:
—Creo que ya sé como sos.
—¿Estás seguro?— exclamé.
— Sí, sos oscura como Pizarnik.— bromeó disparándome esas palabras en el pecho y entonces yo tímidamente sonreí.
Izurieta
Izurieta
4.2.14
Si una respuesta fuese otra...
Si una respuesta fuese otra
Si una rigidez se hubiese doblegado
ante mi pregunta
Si las fantasías hubiesen pasado
a hechos concretos
Si dos cables se hubiesen soldado
en plena comunión y acuerdo
Si alguien hubiese sido devoto del sí
y del riesgo
Si una cabeza hubiese preferido la aventura
sobre la comodidad
Ninguno de estos hubieses
hubieran existido
para ninguno de los dos.
Izurieta
23.1.14
ENERO 2014
LA NUEVA FORMA
He deglutido nuevos libros
para escribir nuevas historias
He macheteado la espesura
para inventarme nuevos caminos.
Salía por momentos de
mi disfraz humano para
ver desde afuera
si lo estaba haciendo bien.
Anduve reclutando
residuos de caras,
de situaciones,
papeles, documentos…
E hice un ejercicio selectivo
para conservar en mi cabeza
lo que era conveniente.
Desde una lógica de supervivencia
no me quedó alternativa que
deshacerme de
lo que ansiaba
acabar conmigo en un
trasfondo dramático
cuando algo sólido
tiende a romperse.
Y me quedo con esto
después de pasar
el filtro decisivo. Cara a cara
en un laboratorio doméstico
con un lenguaje y un bozal,
palabras desterradas que
aspiro a juntar en
oraciones promisorias, algunos
recuerdos imprecisos de un pasado
diluido en páginas y
un abrazo autónomo que
pide a gritos
un hacinamiento.
DE COSTADO CON LA BOCA ABIERTA
Esa fue mi imagen en
una de las tantas veces que
salí de mí
sólo por malcriar mi
espíritu voyerista
y en el peor de los casos
mi condición narcisista.
¿Qué tenía yo que hacer ahí
mirándome acostado para
autoconvencerme de que soy
nada más que una rata civil?
De algo habrá servido
esa curiosidad por alcanzar
algún grado de la
objetividad.
Alguna razón extraña me
habrá hecho chispa para
conformarse en una
justa comparación:
de costado con la boca
abierta
como un pescado maloliente
en la cama.
CONCLUSIONES A BORDO
Es enero y defino mi
posición sobre
algunos debates en los que
nunca voy a intervenir.
Sé que algunas esferas no me incumben.
Mucho está por fuera de
mi jurisdicción.
La cultura me excede. Es una máquina
que lleva las cosas
de un lado a otro. Apenas ocupo
un asiento arriba de ella.
Aterrado por
cualquier eventual siniestro
desde la ventanilla miro como
las cosas se alejan de mi o
como yo me voy alejando
de las cosas.
Y todo es una lectura
bastante difícil de digerir mientras
algo está en movimiento
y uno no sabe
que le va a pasar.
Gabriel Hoyos Izurieta
He deglutido nuevos libros
para escribir nuevas historias
He macheteado la espesura
para inventarme nuevos caminos.
Salía por momentos de
mi disfraz humano para
ver desde afuera
si lo estaba haciendo bien.
Anduve reclutando
residuos de caras,
de situaciones,
papeles, documentos…
E hice un ejercicio selectivo
para conservar en mi cabeza
lo que era conveniente.
Desde una lógica de supervivencia
no me quedó alternativa que
deshacerme de
lo que ansiaba
acabar conmigo en un
trasfondo dramático
cuando algo sólido
tiende a romperse.
Y me quedo con esto
después de pasar
el filtro decisivo. Cara a cara
en un laboratorio doméstico
con un lenguaje y un bozal,
palabras desterradas que
aspiro a juntar en
oraciones promisorias, algunos
recuerdos imprecisos de un pasado
diluido en páginas y
un abrazo autónomo que
pide a gritos
un hacinamiento.
DE COSTADO CON LA BOCA ABIERTA
Esa fue mi imagen en
una de las tantas veces que
salí de mí
sólo por malcriar mi
espíritu voyerista
y en el peor de los casos
mi condición narcisista.
¿Qué tenía yo que hacer ahí
mirándome acostado para
autoconvencerme de que soy
nada más que una rata civil?
De algo habrá servido
esa curiosidad por alcanzar
algún grado de la
objetividad.
Alguna razón extraña me
habrá hecho chispa para
conformarse en una
justa comparación:
de costado con la boca
abierta
como un pescado maloliente
en la cama.
Es enero y defino mi
posición sobre
algunos debates en los que
nunca voy a intervenir.
Sé que algunas esferas no me incumben.
Mucho está por fuera de
mi jurisdicción.
La cultura me excede. Es una máquina
que lleva las cosas
de un lado a otro. Apenas ocupo
un asiento arriba de ella.
Aterrado por
cualquier eventual siniestro
desde la ventanilla miro como
las cosas se alejan de mi o
como yo me voy alejando
de las cosas.
Y todo es una lectura
bastante difícil de digerir mientras
algo está en movimiento
y uno no sabe
que le va a pasar.
Gabriel Hoyos Izurieta
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